jueves, junio 08, 2006

Mi pequeña escapada... conozco a dos angeles.


Y ya está terminado el día. Ahora es cuando recuerdo toda mi pequeña escapada, y veo que me ha venido muy bien. Para mi espíritu, para mi alma.
Por supuesto, todo comenzó a la mañana. A las cinco de la mañana, aquí es lo suficientemente temprano para que la noche quiera desaparecer, y el día no tiene ganas de cumplir con su trabajo. Es entonces cuando la ciudad parece otra. Calles que normalmente están agitadas, incluso para una ciudad como la mía, Donostia, ahora parecen espectrales, expectantes, esperando a la gente que las hace vivas. Pero yo me dirigía a un día de libertad. Una libertad esclava de las horas, sí, pero un día para mi solo. Un día para reflexionar, para dar un rostro a esas líneas que tanto me ayudan. Bueno, la mañana seguía siendo buena cuando llegue a la capital del viejo reino, Pamplona, y donde tuve que cambiar de autobús, destino a Zaragoza.
Estaba feliz, la verdad. No he hecho muchas locuras de pequeño, y siempre he tenido ganas de hacer una escapada. Y esta era mi pequeña venganza por ello. Pasaban las horas mientras me dirigía a preguntar a los dioses por mi destino, pero se me pasaban volando, como si no importaran.
Y llegué. Llegué a la ciudad del río. De que río?. Del Ebro, claro, del Iberos del que la península tomó uno de sus nombres, Iberia.
Y la llamé. Es curioso, he tenido su teléfono muchas veces, pero no quería molestarla. Prefería mantener la ilusión de algo lejano. Grata fue la sorpresa al oír una voz dulce, melodiosa, y amigable. No podía ser, en ese momento, me dijo, así que, me dediqué a explorar mis temporales dominios. Caminando, sin prisa, deteniéndome en cualquier lado, tal como deben verse las cosas.
Pero, ya que estaba en la ciudad de Cesar Augusto, me pareció lógico, que un descendiente de la cultura romana, viera los hechos de los descendientes de Eneas, de ver como estaba su ciudad. Así que, Foro, Puerto, Anfiteatro, Termas... todo lo visité.
Y por un momento, me pareció entender a esa ciudad, que en realidad son tres en una. Romana, Musulmana, Cristiana... todo se entremezcla y todo da a la ciudad un aire mágico.
Pero estaba llegando la hora, de hacer una visita a mi alma. Ya que estaba en el Pilar, pensé que no era mal momento para visitarla y contarle mis angustias. Bueno, por lo menos me sirvió para relajarme y tener la conciencia tranquila en algunos aspectos, y también de pedir consejo por mis muchos fallos.
Y luego... luego el camino. El camino hacia ellas. Tenia necesidad de verla, de escucharla. Su ejemplo de coraje y resolución era digno de seguirse, de copiarse, y su búsqueda del amor, nos volvía almas gemelas en algunos aspectos. Y mientras la esperaba, me alegraba de todo corazón su encuentro con un ser que la ama. Lo había pasado mal, pero cuando encontró el amor en otra persona, vi como cambiaba, como se volvía mas viva. Y todo eso desde cartas, desde líneas, desde la distancia. Ya era hora de conocerla.
Esperé bajo un sol de justicia, tomándome un café. Y pasado un rato... pasado un rato vi dos ángeles, en forma de mujer encarnados. Si, claro, eran ellas.
Mas grata fue mi sorpresa, al ver que su exterior era igual que su alma. Bonita, agradable, con un cabello rojizo una, y con un cabello dorado la otra, era algo digno de verse. Y sus ojos... sus ojos pronunciaban fuerza. Edem el viajero, dejó paso a Enrique el caballero. Que se convirtió en admirador de esta mensajera de los dioses.
Por supuesto, a una mensajera de los dioses, se le deben de hacer ofrendas.
Y yo le había llevado pequeños dones de mi tierra. Sal, para recordar el mar, en forma de patatas fritas artesanas, de las que solo se hacen en mi tierra. Azúcar y canela, para recordar el pasado de mi ciudad, envuelto en boatos y lujos de la corte. Y luego, un queso de mi tierra, para recordar que todavía tenemos alma de campesinos en parte.
De que hablamos?. Bueno, eso es lo mismo. Pero los segundos parecieron minutos, y los minutos horas. Al fin tenia alguien a la que hablar de verdad, a la que descubrir mi alma. Una amiga de verdad, de las que hay pocas. Y el tiempo traidor, me tuvo que recordar, que no somos sino sus esclavos. Tuve que irme pronto, pero, solo él conocerla fue bastante para mi viaje. Y con el alma en paz, y mi mente con deseos de cambio, aparte de la solemne promesa de volverla a ver pronto, partí hacia mi casa, hacia la ciudad de la Bahía, hacia Donostia.
Por cierto, he aquí otro regalo para la hija del sol:
Hija del Sol
Refréscame en tus fuentes, ciudad del río.
Alivia mi dolor, y cólmame de esperanza.
De los pueblos del mar, vengo, a suplicar a tu Señora.
Que me permita estar en paz, en paz en cuerpo y alma.
Del mar vengo Señora, para contemplar a tus hijos,
Hijos producto de los tres pueblos nacidos.
He visto tus entrañas, y tus torres más altas.
Y la paz... la paz la he encontrado,
Bajo tus templos y murallas.
¡Hija del Sol¡, actúa pues como mensajera,
Entre tu persona y la de tu Señora.
Y cuando me haya ido...
Sigue actuando de oráculo,
Entre ella y mi destino.
Espero pues, tus palabras, Hija del Sol, Hija del Río.
Y ahora... ahora dime Hija del Sol,
si propicios han sido los auspicios,
Dime, Hija del Río,
Si mis llantos han colmado la paciencia de los dioses.
Porque en ti... en ti noto, divina presencia,
En tus carnes de mujer encarnada.
Porque a veces los dioses se muestran... ¿sabes?,
en formas muy extrañas,
Y nos mandan hacer cosas sin lógicas,
A veces cosas amargas.
Quizá la bendición sea vivir con pasión,
Los momentos que la vida nos tenga asignados.
Y quizá sea la maldición,
que nos imponen los dioses,
Por vivir la vida intensamente.
Pero quien sabe, ¿verdad?,
porque los dioses se están portando, de forma muy extraña,
En estos tiempos que son, también tan extraños.
Porque donde hoy hay derrota, mañana habrá gloria,
Porque donde hoy hay terror, mañana habrá esperanza.
Dime Hija del Sol, dime Hija del Río,
Dime nuevas de los dioses,
Dime, dime, dime...
7 de Junio 2006, sobre las 15,50 de la tarde, en la ciudad de Augusto.
Para las dos damas que he conocido, con afecto, de Edem.